En las laderas de Alajuelita, la vida me regalo a mi y mis compañeros de cuadrilla este hermoso atardecer. Fue la recompensa por un duro día de trabajo. La gente de Un techo para mi país y yo, estuvimos tres días en Alajuelita construyendo casas en el precario de Tejarcillos. Gracias a Nico por la oportunidad y a toda la gente que participo. Fue una experiencia increible.
La verdad es que pasé deprimido como 2 semanas después de estar ahí. Supongo que fue el impacto de ver a mi pueblo bajo el sufrimiento de la pobreza. No es que nunca hubiera visto la pobreza o la misera, es que nunca la había vivido.
Cuando llueve da lo mismo estar adentro que afuera, se moja uno igual y el barro te ensucia los pies. Lo único que diferencia la casa de la calle, es que la calle se vuelve un río y en la casa el agua se estanca.
Hay dos tipos de gente que se distinguen a simple vista los que estan felices de que estés ahí ayudando y los que no. Estos últimos creo que se dividen en dos grupos, los que creen que no necesitan ayuda y los que resienten que no los estés ayudando específicamente a ellos.
La situación es dura y se ve. La verdad siempre he pensado que muchas de las personas que viven ahí, lo hacen por que no quieren salir y por que no les gusta trabajar. Me equivoqué. Bueno talvez no. Pero es complicado.
Los niños crecen con hambre y los niños más grandes juegan no con ellos, sino contra ellos. Sus padres, están enfermos física o psicológicamente, resultado de una infacia similar a la suya.
A causa de esta enfermedad y de muchos prejuicios estas personas no consiguen un trabajo estable, lo que fomenta el problema. Si no te dan trabajos y cuando te los dan no logras mantenerlos, ¿cómo te va a gustar trabajar?
Estos niños ven la miseria y crecen en ella. Comen una vez a la semana, los que pertenecen a la comunidad cristiana del lugar, los otros NO. La educación es algo complicada, ya que a pesar de que la escuela se encuentra cerca, dudo que el ambiente sea propicio para aprender.
Entonces, ¿qué aprenden estos niños? La pobreza. Y lo que es peor la aprehenden. Sin embargo luego de arduas horas de trabajo, primero azotados por un sol inclemente y luego atormentados por una lluvia helada, me acerque al hijo de doña Ileana, la señora a la cúal le construiamos la humilde casa; y mirandolo a sus enormes ojos negros, fruto de la inmigración y de la venas de nuestra patria; mirandolo a sus ojos ticos le pregunte con un sabor a patria en la garganta, "¿Mae campeón que querés hacer vos cuando seas grande?" Y con una sonrisa que brillo en el fondo de mi y que al recordarla me nubla la vista, el humedecer de mis ojos, me contestó: "Quiero construir casas, como ustedes."
Pensando en esa frase fue que observé este hermoso atardecer. Sin lugar a dudas uno de los más hermosos que he visto en mi vida y sentí fe y esperanza, porque comprendí que Dios también se está en la miseria y no importa que tan duro sea el día hay una luz que brilla al final.
martes, octubre 10, 2006
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